Ella fue “La Mujer Hulk” en el escenario. Una dulce guerrera, que ni su musculatura, ni los aplausos, ni las miles de miradas que la admiraban, la pudieron defender el último día.
ÁNGEL MIGUEL PÉREZ MARTÍNEZ
Zunilda no regresó al gimnasio. No volvió a responder mensajes. No subió más historias. En Fuengirola, España, el apartamento donde estaba alojada con su pareja permanece en silencio, sellado por la policía. Pasaron muchas horas desde que la reportaron desaparecida. Dentro del lugar fueron encontrados dos cuerpos sin vida. Uno el de ella: Zunilda Hoyos Méndez, la fisicoculturista colombiana conocida como “La Mujer Hulk”. El otro, el de su esposo: Jarrod Gelling, colombiano-estadounidense, de 46 años.
Una mujer de acero y corazón cálido
Zunilda nació en Toluviejo, Sucre, pero fue en Sincelejo donde comenzó a forjarse. Trabajó un tiempo en la Gobernación de Sucre, vivió en el barrio La María y a los 28 años pisó por primera vez el gimnasio Forma de Majagual. Allí inició su transformación física, pero también personal.
No tardó en destacarse en certámenes regionales: Montería, Cartagena, Santa Marta, Barranquilla, Bogotá. Siempre quedaba entre las primeras. Pero no era solo una atleta ambiciosa; era una mujer dulce, sociable, generosa y alegre.
Su mirada fuerte no opacaba su humanidad. Apoyaba a los practicantes de fisicoculturismo. Entre ellos, uno de los más cercanos: Yorquis Manuel Guzmán Peña, su amigo entrañable en Sincelejo.
Durante años, patrocinó el evento Mister Sinú en Chinú (Córdoba). No buscaba reconocimiento. Solo quería que otros también pudieran competir, avanzar, brillar.
Otro fisiculturista recuerda que después de una competencia en Medellín, pagó el pasaje de regreso de un compañero que se había quedado sin dinero. Lo hizo sin decir nada. Así era ella: fuerte en la tarima, generosa afuera.

Zunilda Hoyos con Yorquis Guzmán, su amigo entrañable en Sincelejo.
Más allá de los escenarios
Tiempo después se mudó a Medellín, donde administraba una cafetería. Allí conoció a Jarrod, su futuro esposo. Él la introdujo al mundo de OnlyFans, donde bajo el nombre de Amy Muscle, se convirtió en una sensación: fuerza, sensualidad y disciplina, con más de 100 mil seguidores.
Gracias a sus grandes ingresos, pudo dedicar su vida por completo al fisicoculturismo: alimentación, suplementación, entrenadores, estabilidad. En 2021 alcanzó el segundo lugar en los Campeonatos Latinoamericanos NPC Worldwide. Muchos la veían como una próxima campeona mundial.
Pero también empezaron a notar su silencio. Se fue alejando de sus amigos en Colombia. Dejó de llamarlos, de escribirles. Algo se empezaba a quebrar. Los celos compulsivos y maltratos físicos, verbales y psicológicos del también fisicoculturista acechaban.
Zunilda descubrió que Jarrod le ocultaba dinero. Lo dejó. Se fue a México. Inició otra relación. Parecía retomar el control. Pero él la buscaba, creaba perfiles falsos, la presionaba. Dos años más tarde, accedió a casarse con él. Abandonó su nueva relación y regresó con Jarrod. Vivieron en Estados Unidos, luego en Dubái.

Zunilda se casó en enero de 2024 con quien la asesinaría en junio de 2025.
Zunilda estaba entrenando para representar a Colombia en un campeonato internacional a celebrarse en los próximos días en Paraguay. Era su próximo gran objetivo. Pero no pudo llegar.
El martillo del silencio
Durante un viaje de paseo a España, se hospedaron en un apartamento de la zona de Higuerón West, en la Costa del Sol. El 14 de junio de 2025 fue la última vez que alguien la vio con vida. Al notar su ausencia, un compañero dio la alerta.
La policía ingresó al apartamento. Zunilda había sido asesinada a golpes, probablemente con un martillo. Junto a ella estaba Jarrod, muerto por heridas autoinfligidas en la bañera. Un feminicidio seguido de suicidio. Sin denuncias previas, pero con señales que sus allegados conocían desde hacía tiempo.
Zunilda planeaba volver sola a Colombia y tramitar el divorcio. Pero su intento por liberarse terminó en tragedia.

Zunilda Hoyos y Jarrod Gelling.
Un adiós que pesa
Las reacciones fueron inmediatas. Amigos, entrenadores, atletas y seguidores expresaron su dolor.
“Podía llegar a ser la mejor del mundo”, dijo su entrenador, Branden Rey.
“Tenía el corazón más noble que he conocido”, escribió su amiga Behnaz Azar.
Zunilda no era solo músculo. Era compromiso. Era ternura. Era entrega. Su historia no es solo la de una atleta de élite, sino la de una mujer que ayudó a otros a subir peldaños mientras bajaba los suyos en silencio.

Por fuera parecía un matrimonio fuerte, pero se estaba autodestruyendo.
Más que músculos
Porque ni la espalda más ancha, ni los brazos más definidos, ni la voluntad más firme bastan cuando el peligro vive en casa.
Zunilda entrenó para resistir todo, menos la violencia íntima. Esa que erosiona en secreto. Esa que golpea cuando nadie mira.
Hoy, su historia duele. Pero también enseña. A recordar que el cuerpo más fuerte también necesita protección, que las campeonas también piden ayuda, y que su legado no se mide en trofeos, sino en cada vida que tocó.

La deportista llevaba una carrera deportiva en ascenso.