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Nohemí le gana al barro con sus manos y construye futuro

Con casco y botas, Nohemí Pineda Berrío desafía el barro, el sol y los años de olvido, ella edifica el cambio que soñó para su barrio gracias a la Gobernación de Sucre.

ÁNGEL MIGUEL PÉREZ MARTÍNEZ.

El barrio Altos del Rosario de Sincelejo ya no es el mismo. Las lluvias siguen cayendo, pero cada vez se traducen menos en odiseas para transitar. Las calles se transforman, los charcos desaparecen, y con cada palada de concreto, esta comunidad empieza a escribir una historia distinta.

En medio de esta obra que lidera la Gobernación de Sucre, hay una mujer que no se detiene: Nohemí Pineda Berrío.

Tiene 32 años, una mirada firme y una actitud frentera ante la vida. Desde hace dos décadas vive en Altos del Rosario, y hoy, como operaria de la pavimentación y canalización del barrio, se le mide a todo. Maneja vibrocompactadores, organiza bodega, se sube a operar maquinaria pesada, coordina lo que haga falta. No hay tarea pequeña cuando se trata de levantar un futuro mejor.

“Todo lo que haya que hacer, lo hago. Nada es fácil, pero todo es posible si uno se lo propone”, dice Nohemí con orgullo.

Estudió arquitectura hasta quinto semestre, gracias a un crédito del Icetex. El dinero no alcanzó y tuvo que abandonar la carrera. Aún así, el sueño no murió. Ahora lo construye a su manera: desde el suelo, con esfuerzo, con cada bloque, con cada jornada que termina llena de polvo, pero también de dignidad.

Su hijo la mira trabajar. La admira. Antes, cuando llovía, ir al colegio era una lucha. El barro, las caídas, el riesgo de enfermar. Él —como cientos de niños del barrio— vivió las consecuencias del abandono. “Yo pienso en él. Él es mi motivación”, afirma Nohemí. Y en sus palabras no hay queja, solo fuerza.

La obra se encuentra avanzada en un 50%.

La obra en el barrio Altos del Rosario se encuentra avanzada en un 50%.

La obra contempla más de 1.000 metros lineales de vías en concreto rígido, 1.738 metros cuadrados de andenes y 796 metros lineales de canalización de un arroyo que durante años afectó la salubridad de la zona. Son más de $7.500 millones invertidos, pero lo que se siente en las calles va más allá de los números: es esperanza.

Para Nohemí, este grupo de trabajadores no es solo un equipo. Es una familia. “Cada granito de arena cuenta. Estamos construyendo un mejor futuro para nuestras generaciones”, dice, mientras ajusta su casco y se alista para otro día de trabajo.

En Altos del Rosario, el barro ya no es símbolo de estancamiento. Es solo tierra húmeda. Porque ahora, sobre él, se levantan caminos. Caminos que mujeres como Nohemí —con coraje, voluntad y manos firmes— están aprendiendo a pavimentar.

La comunidad lo reconoce. “Hoy puedo salir con mis zapatos limpios”, dice Farides del Carmen Negrete, entre risas sinceras. “Estamos derrotando la miseria”, sentencia Pablo Márquez. Y Alberto Beltrán no lo duda: “La gobernadora Lucy nos cumplió. Las palabras se convirtieron en hechos”.

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