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HISTORIA DE CORRALEJAS: EL TORO «YACABÓ»


 

Hablar del YACABÓ es hablar de una Leyenda que dejó muchas historias para contar en las corralejas. El YACABÓ era un toro era media sangre (criollo de madre y  de padre español), candelillo de cuernos particulares. Tal vez por eso, su bravura y vigor para arremeter en todas las circunstancias y quites donde se le invitara. Este espectacular astado era hijo del toro «El Rayito», de la Ganadería El Socorro de Los Hermanos Pardo Gracia. Nació el 24 de mayo del año de 1984 en la Hacienda El Cruzero, de propiedad de ganadero Héctor Otero, fue el toro insignia de su ganadería por el cual recibió numerosos trofeos.

El YACABÓ era un toro noble, muy bravo y rápido que cuando le mostraban el capote, levantaba sus patas delanteras demostrando su bravura.

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El nombre del famoso YACABÓ proviene de una anécdota bien curiosa ocurrida en la hacienda donde se crió el astado. Todas las tardes, un pájaro Yacabó llegaba precisamente donde sombreaba el toro, dicha ave es muy respetada, pues su peculiar sonido, según creencias, anuncia la pronta muerte de algún habitante vecino. Lo raro era que cuando el pájaro realizaba su canto asustador, el toro comenzaba a berrear y  cuando el ave dejaba de hacer su canto apocalíptico, el astado también se calmaba. El ganadero Héctor Otero solo decía en forma jocosa y burlona: «oye ya comenzaron los dos animales estos  a hacer bulla, parece que se convidaran. Ya el Yacabó dejó su bulla y el toro también ya acabó de berrear».  Al señor Otero le pareció muy coincidencial todo lo que pasaba entre los dos animales y llegó a la conclusión que la palabra YACABÓ sonaba bien para nombre de su toro, haciendo alusión al ave que cantaba en esos atardeceres sabaneros de su hacienda El Cruzero.

DRAMA «PRESAGIOS DEL YACABÓ»

La primera corraleja del YACABÓ fue a sus tres años de edad en Corozalito “Chimá”, en el año de 1986 en poder del ganadero Elis Sotomayor,  puesto que su dueño Héctor Otero se lo había prestado para evaluarlo en esa plaza. Ese día paso algo inusual, se jugaron 60 toros, empezando la faena a la una de la tarde. Aún a las ocho de la noche, habían toros en la plaza dando lidia. Ese año, el YACABÓ se llevó el trofeo como mejor toro y el ganadero triunfó como mejor tarde por sus astados. Desde entonces, el astado comenzó a tener popularidad por diferentes partes de la región por la buena faena que había dado en su primera corraleja.

Pero fue en el año de 1987, donde el YACABÓ tendría su verdadera prueba de fuego, puesto que el ganadero Héctor Otero había sido invitado por la junta organizadora de las corralejas de Cotorra para que debutara ese año con su toro, el cual era muy comentado en la región por la bravura y por la espectacular faena que había dado en Corozalito “Chimá”. Llegó la anhelada tarde, fue un sábado de Gloria a las cuatro de la tarde, los palcos como siempre llenos a reventar para esas fechas de Semana Santa. La tarde se tornaba muy calurosa y alegre con los porros y fandangos que tocaban las bandas de la región. De repente abrieron las puertas del toril, El YACABÓ salió alegre, correntón y victorioso, con ganas de llevarse lo que fuera entre sus grandes cuernos. Los manteros, muleteros, banderilleros y patos que se encontraban en la corraleja salieron despavoridos corriendo a protegerse en la valla y la multitud de los palcos solo gritaba con alegría pues el ruedo había quedado prácticamente vacío. Nadie se atrevía a enfrentar al toro. El YACABÓ demostraba respeto y gran peligrosidad por su rara cornamenta. Esa tarde, los pocos banderilleros que intentaron ponerle un par de dardos salieron mal librados y los capoteros no pudieron sacarle más de tres trapasos por la rápida y ágil embestida. El YACABÓ se llevó el trofeo como mejor toro y el ganadero comenzó a recoger los frutos que se vendrían en abundancia en los años venideros.

El ganadero fue invitado nuevamente para el año 1988, pero ese año El YACABÓ no pudo hacer presencia en Cotorra, ya que había tenido una gran pelea con varios toros en la hacienda donde pastaba y estaba cojo, pero el ganadero le prometió a la junta de la fiesta que para el siguiente año estaría dando lidia.

Y así fue como el 29 marzo de 1989, El YACABÓ se presentó por segunda vez en las Corralejas de Cotorra. Eran las 4:15 de la tarde, cuando de nuevo en la plaza se encontraba El YACABÓ. Imponente y limpiando la plaza como siempre. El primero que se atrevió a enfrentarlo fue un sombrillero, pero solo pudo lanzarle el paraguas y correr hacia la valla para salvar su vida porque lo vió muy encima. EL YACABÓ esa tarde venía hacer respetar su nombre.

El toro se paró en la plaza, como buscando un desafiante para él, pero nadie se atrevía. Otros dos banderilleros intentaron hacer su espectáculo. El primero se arrepintió al verlo tan bien parado en el ruedo y el segundo solo pudo colocarle una banderilla, puesto que el toro le ganó mucho tiempo y espacio.

Esa tarde parecía que nadie saldría victorioso ante EL YACABÓ , pero los osados banderilleros no se rendirían tan fácilmente frente a un animal tan joven para ellos. De repente apareció entre la multitud del redondel, el famoso «Mala Hora», un gran banderillero de la región que había tomado como desafío personal colocarle un buen par de puyas al YACABÓ. El «Mala hora» lo miraba y le hacia morisquetas desafiando el animal. Lo mismo hacía el toro, retando al banderillero como si entendiera lo que quería hacer el desafiante hombre. En un abrir y cerrar de ojos, el «Mala Hora» se abalanzó sobre EL YACABÓ y le atinó a poner un buen par de banderillas. El toro salió corriendo detrás de él, pero el «Mala Hora» por cuestiones del susto y de Dios fue mas rápido. Esa tarde, los palcos en Cotorra se querían caer por la emoción de los asistentes al ruedo. Pero allí no terminó la faena,  pues YACABÓ siguió dando lidia en la corraleja como queriendo cobrar la ofensa recibida. Esa tarde, los paga pato fueron un banderillero al cual cortó en la barriga y un muletero que también salió mal librado. Un mantero de pantalón blanco con camisa azul y sombrero vueltiao logró sacarle dos trapasos bien hechos y el tercero a medias, ya que el toro lo había desarmado por completo. El mantero tomó esto como una gran victoria. Salió levantando los brazos y haciendo festejo por la hazaña que había logrado frente al endemoniado animal. Ese año, EL YACABÓ también se llevó el trofeo como mejor toro de la temporada.

En el año de 1990, el ganadero Héctor Otero fue invitado por la junta organizadora de las fiestas de Cotorra para que presentara de nuevo al famoso toro EL YACABÓ, el cual se había convertido en una tradición de las corralejas de ese pueblo. Ese año, EL YACABÓ salió a la plaza de Cotorra un jueves 17 de abril a las cuatro de la tarde, cerrando con broche de oro las festividades. Imponente como de costumbre ante la multitud que lo miraba. Esa tarde, el primero que se atrevió a retarlo fue un sombrillero, quien intentó sacarle el cuerpo con su paraguas pero salió mal librado puesto que el toro lo persiguió hasta alcanzarlo. Un mantero logró sacarle tres trapasos, saliendo victorioso y alzando los brazos. Frente al YACABÓ, eso era más que ganancia para cualquier mantero. La tarde continuaba y los ánimos subían en la plaza gracias a un banderillero que quería repetir la hazaña del «Mala Hora», pero ese día el final fue diferente. El banderillero se acercó al animal no logrando colocarle los dardos. Al ver esto, decidió correr desesperadamente para salvar su vida, pero fueron insuficientes sus esfuerzos, pues EL YACABO lo alcanzó antes que llegara a la valla y sufrió una estrepitosa reventada frente a las varetas de la corraleja, quedando de inmediato tendido sin signos vitales en el redondel. La fiesta seguía y EL YACABÓ seguía dando lidia en la corraleja. De repente, aparecieron un par de personajes: una mujer y un hombre, decididos a banderillar al toro en una carretilla, un acontecimiento para ese entonces muy arriesgado. El hombre escogió manejar la carretilla y la mujer se sentó en ella. Se aproximaron al YACABÓ como esperando la muerte. El toro hizo su arranque para embestirlos y la mujer logró su cometido. Esa tarde, la dama le había puesto uno de los mejores pares de banderillas al mejor toro de la región. Salió alzando los brazos por la victoria que había alcanzado y la multitud la levantó en hombros y ovacionaron su gran hazaña subiéndola a los palcos. EL YACABÓ repitió trofeo como mejor toro de la temporada.

En el año de 1991, de nuevo EL YACABÓ volvió al ruedo como una tradición en las corralejas del municipio cordobés. La tarde del lunes primero de abril siendo las tres y treinta de la tarde fue la salida al redondel y tuvo su primer enfrentamiento con los garrocheros más importantes de la región, pero les salió adelante y prefirieron dejarlo quieto, puesto que el toro era más rápido que los propios caballos que se encontraban en la corraleja. Un banderillero salió mal herido después de haberle puesto un par de banderillas.  Su mejor enfrentamiento ese día fue ante los populares PERRITAS, los manteros más famosos de la costa norte, quienes venían con todas las ganas puestas de sacarle más de un par de mantazos al toro que se había vuelto una leyenda en las corralejas.  El encuentro llegó y los dos manteros en simúltanea salieron  a enfrentar al YACABÓ, con tan mala suerte que al primer trapaso, el toro le quitó el capote a uno de ellos y lo levantó por los aires. Su otro compañero lo único que hizo fue tirarle el capote al toro para que no matara a su amigo y sólo así, pudieron salir bien librados de ese primer encuentro. Siguió la faena y LOS PERRITAS no se rendían ante el bravo toro. De nuevo intentaron capotearlo, uno de ellos logró dos trapasos pero en el tercero fue desarmado por completo, tirándolo al suelo y cortándolo con su peculiar cuerno en la barriga. Esa tarde ganó EL YACABÓ demostrando su casta y su cría, pues LOS PERRITAS desistieron de torearlo para evitar perder la vida en el redondel. Comentaban que el toro parecía endemoniado y era muy difícil enfrentar a un toro así. Ese año, EL YACABÓ repitió por tercera vez trofeo como mejor toro de la temporada.

Pero sería 1992, el año que marcó la vida del famoso toro YACABÓ,  ya que fue declarado fuera de concurso por la junta organizadora de las festividades de Cotorra. Ese 22 de abril, la corraleja se había quedado pequeña para darle entrada a las miles de personas que querían ver, así fuera de lejos, al toro más famoso de las festividades. Siendo las 5:00 de la tarde, los miles de espectadores y amantes de las corralejas agitaban pañuelos blancos para darle la entrada al ruedo al espectacular animal. Ese día salió victorioso hiriendo de muerte a osados banderilleros y muleteros que quiso hacer faena con él. También sufrió gravemente un hombre en carretilla. Ese año el ganadero se llevó la mejor tarde por sus astados y EL YACABÓ se llevó un trofeo como toro fuera de concurso.

Otra faena más dio EL YACABÓ en el año de 1993. Un 13 de abril siendo las cuatro de la tarde, de nuevo se enfrentó con los populares Perritas, quienes nuevamente no pudieron sacarle más de dos trapasos. Ese año, EL YACABÓ recibió trofeo como toro insignia de las corralejas de Cotorra.

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De nuevo en el año 1996 salió en las corralejas de Cotorra, donde la tarde del 14 de abril ya se le notó un poco más rejugado por las experiencias que había tenido en sus innumerables faenas. Ese día, un par de hombres sentados intentaron colocarle par de banderillas, con la mala suerte que uno de ello salió herido en la espalda. Otro muchacho que intento saltarlo, también fue corneado. Ese año, EL YACABÓ recibió trofeo por su vida y obra.

El seis de abril del año 1999 fue llevado a las corralejas de Cotorra para realizarle una despedida del municipio cordobés con pañuelos blancos como se lo merecía. Esa vez, ya se le notaron los años y el cansancio. Solo duró 15 minutos en el redondel, le sacaron pocos trapasos como siempre y lo hicieron dar una vuelta en la corraleja a punta de garrocha para luego ser trasladado hasta los chiqueros del toril.

EL YACABÓ salió por última vez a una corraleja en el año 2001. Fue en Ciénaga de Oro en la plaza 6 de enero. Después de eso, el toro se dedicó a pastar en la hacienda El Cruzero y a esperar los días de su muerte. El animal murió de viejo. Fue embalsamado y llevado a la casa de su difunto dueño Héctor Otero, rodeado de los trofeos que logró obtener en sus tardes gloriosas.

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