Olav Kooij lanza su grito en Viadana, mientras Isaac del Toro sigue escribiendo historia en rosa en el Giro de Italia 2025.
ÁNGEL MIGUEL PÉREZ MARTÍNEZ.
Viadana hierve en emoción. El pelotón irrumpe como una flecha entre los árboles que bordean la recta final, y en medio de un mar de colores y velocidades imposibles, el neerlandés Olav Kooij alza los brazos al cielo. Es su grito de victoria. Es su primer triunfo en este Giro 2025, y lo consigue tras 172 kilómetros de velocidad, caídas y estrategia llana, entre Módena y esta localidad lombarda.
La etapa 12 parecía escrita para los velocistas, y no decepciona. Después de un breve paso por un par de terceras categorías, la carretera se aplana como un tablero de ajedrez donde cada movimiento es decisivo. Los equipos de los sprinters se organizan con precisión milimétrica. El Visma | Lease a Bike protege a Kooij como si fuera oro en dos ruedas. Y al final, lo es.
En los últimos metros, Casper van Uden y Benjamin Turner intentan arrebatarle la gloria. Pero Kooij ya ha lanzado su remate definitivo. Su bicicleta vibra, se estira, casi flota. Cruza la meta y se impone. Una victoria que le devuelve protagonismo y lo instala en el mapa de este Giro que, aunque teñido de rosa, aún guarda sorpresas.
Y en rosa sigue Isaac del Toro. El mexicano no solo conserva la ‘maglia’, sino que la fortalece con astucia. Un sprint intermedio le permite rasguñar dos segundos más, y esos segundos, en una gran vuelta, son diamantes. Juan Ayuso lo persigue a 33 segundos. Primoz Roglic se mantiene al acecho, a 1:26. Pero Del Toro pedalea con determinación de líder, con la cabeza fría de quien empieza a creer que puede hacer historia para su país.
Egan Bernal resiste. El colombiano sigue dentro del top 15, ahora en la casilla 11. No es poca cosa, considerando el ritmo que impone esta edición del Giro. Sus compatriotas, Einer Rubio y Nairo Quintana, aún mantienen presencia entre los 25 mejores, atentos, reservando fuerzas para cuando la montaña vuelva a ser juez.
Hoy, sin embargo, el día pertenece a los sprinters. A la velocidad pura. A ese instante en el que todo se define en el grosor de una llanta. Olav Kooij lo sabe. Por eso sonríe en el podio, con el sudor aún fresco y la adrenalina latiendo en las venas. Porque en el Giro no hay triunfos pequeños. Cada etapa es una batalla. Y hoy, la ganó él.


