Es la etapa 15 del Giro, nadie puede esconderse: o atacas, o resistes. Y mientras el pelotón se estira y se rompe, un nombre inesperado se graba en la cima con letras de orgullo: Carlos Verona.
ÁNGEL MIGUEL PÉREZ MARTÍNEZ.
Hoy el Giro de Italia despierta con las piernas pesadas y el alma tensa. Son 219 kilómetros exigentes desde Fiume Veneto hasta Asiago. Una etapa que no solo exige pedal, sino carácter. Porque aquí, más que ganar, se trata de resistir.
El pelotón arranca con ese silencio tenso que solo la montaña puede imponer. Lo que está por venir no tiene nada de trámite. Pronto se nota: la etapa 15 no será una jornada más, será un filtro, un embudo de ambiciones.
Carlos Verona lo entiende antes que nadie. A falta de 44 kilómetros, el español del Lidl-Trek se lanza en solitario. No pregunta, no mira atrás. Se va como si supiera que allá adelante le espera algo más que una meta: una redención, una declaración. En cada pedalazo, hay rabia, hay memoria. El triunfo no es solo suyo: es también de Giulio Ciccone, su compañero caído, ausente pero presente en el maillot, en la estrategia, en el alma del equipo.
Atrás, la batalla por la maglia rosa hierve. Egan Bernal, con ese ADN de escalador que no se rinde, se pone al frente y lanza un ataque seco, valiente, como en sus mejores días. El colombiano no busca la gloria de la etapa: busca reescribir su nombre entre los grandes. Su movimiento sacude el grupo de favoritos y dinamita las piernas de Roglič, que empieza a perder terreno, quizá también certezas.
Isaac del Toro no se inmuta. El joven mexicano de UAE Team Emirates rueda con madurez de veterano. Sigue la rueda de Juan Ayuso, de Simon Yates, y responde con solidez cada intento de desestabilización. Cuando cruza la meta, lo hace con la camiseta rosa bien ajustada al pecho. No gana la etapa, pero sigue ganando el Giro. Y eso, en este contexto, es aún más difícil.
Bernal escala posiciones y ya es octavo en la general. Einer Rubio, combativo y valiente, entra once segundos después de Verona tras haber formado parte de la fuga. Colombia sigue viva. No con títulos, tal vez, pero sí con actuaciones que emocionan.
Cuando cae la tarde en Asiago, el Giro queda en carne viva. Las piernas arden, los tiempos se ajustan, las estrategias se tensan. Carlos Verona levanta los brazos, Del Toro mantiene el trono, y nosotros, los que miramos con el corazón en la garganta, ya sabemos que la tercera semana no será un paseo: será una guerra de resistencia.

Este lunes será jornada de descanso en el Giro de Italia, pero el martes regresa con más montaña.


